lunes, 4 de junio de 2007


Antes del deseo


Desperté del sueño… y de pronto la realidad fría estaba allí, al lado derecho en mi cama. Un vacío inexplicable que sólo podría cubrirse con la sábana, para engañar a mi corazón, mis ojos y mis inquietas manos; que no había nada… nadie.

Una razón necesaria, ayudó a reunir los poemas que desperdigados, o a lo mejor muy entrelazados, aquí se leen.

Como cada suspiro, cada gemido de enamorado, se colocan las poesías para reflejar una intención prevista desde la primera cercanía, desde el inicial encuentro y los demás; realizados y cristalizados, en la mente, aun después de los cuerpos y las caricias.

Reflejos de un deseo, inventa el desorden erótico de una pareja inverosímil, que aun normal, terrenal, carnal; resulta totalmente abstracta, que transforma la relación cotidiana y trasmuta las sensaciones humanas que puedan, y surgen sin quererlas, frente al deseo innato por desear amar y ser amado.

Reflejos de un deseo, puede resultar ser un poemario erótico; no obstante, aunque parezca ser esa la intención, el principio muestra con clara descripción el deseo “por”; sin tener lo que se ansía como final.

La segunda parte, corrobora, lo que sin esperar sucede con regularidad; el desazón por creer que después de creado y gustado el deseo, no queda más que los reflejos.
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LA BÚSQUEDA

Mi cabeza se retorcía de pasión
tratando de recordar aquellos recuerdos,
lustrosos y con brillo que en las noches
cuando pienso en ella, en su voz,
trato de imaginarla, memorarla,
traerla hasta mi lado en mi cama.

Fue un lunes, una mañana sombría
cuando tratando de hallar compañía,
la encontré sentada en el parque.

Mis ojos, revueltos y desorbitados
por su inmensa belleza de fémina
me condujeron hasta su lado
para besarla sin que se diera cuenta,
sin que tuviera la oportunidad
de decirme que no lo deseaba.

Mi búsqueda había terminado
y ella junto a mí, acalorada como yo,
guardó el silencio como predicción
para el último encuentro.
LA CITA

Transcurrieron los días necesarios.

Una llamada inesperada,
una propuesta sensual de mi voz
logró lo que se cocinaba en mis sienes.

Otro lunes, esta vez por la tarde
sería el momento perfecto para verla de vuelta.

Pantalones planchados,
camisa almidonada,
saco desempolvado,
las ganas guardadas en los bolsillos,
los deseos detenidos, aguantados;
todo listo para encontrarla en el parque.

De camino al lugar, no evito el anhelo;
pienso en sus ojos temblorosos,
en sus carnosos labios donde hallé
la explicación a mis angustias de hombre.

Allí estaba, parada frente a la estatua,
impuntual por llegar antes,
impuntual por sus ganas de verme allí.

Muchas palabras regadas, esparcidas;
miradas insinuantes, malsanas…
caricias tímidas iban y venían
y unos gemidos infantiles que ella
sin esperarlo, me regalaba cerca de las nueve.

Un beso inocente al final del día
nos separó con mal sabor,
que después nos llevó sin quererlo
hasta los recuerdos fríos
de aquel lunes sombrío.


CARTA DESPUÉS DEL DÍA

No pude esperar hasta verte otra vez,
y preferí escribir esto antes que decirlo.

“ La noche para mí, ayer, no tuvo fin.
La separación de nuestras almas,
el silencio cómplice al mirarnos
durante la indeseada despedida
me llevaron a tener el sueño afrodisíaco.
No hubo despedida en mi mente,
sólo un roce de manos bastó.
Nuestros pasos acompasados,
nuestras respiraciones entrecortadas
y el temblor en los cuerpos
no toleraron marcha atrás.
No hizo falta expresar nada,
pues el tiempo fue corto para los dos,
sobretodo cuando mis apetitos
crecen más rápido cerca de tu cuerpo.

No fue fácil recordarlo
después que en mi lecho
estabas cubriendo mis sábanas
y evitabas las almohadas
para dejar espacio a nuestros abrazos.

La premura se apoderó de mis manos,
al recorrer tu delicada figura
hecha perfecta en mis labios,
junto al aroma de tu piel
guardada ahora en mis dedos
y en las palabras de este papel ”.

FIN DE SEMANA

No me has respondido aún, no has contestado.

Hoy es domingo y el lunes llega ya.

Siento la aflicción en mi pecho
intentando recordarte con locura,
creyéndote perdida en aquel sueño perverso.

Sé que no lo querías todavía,
pero te entregaste a mí sin reparos,
sin ningún remordimiento,
con todas las ansias de mujer amante.

Dejar de pensar en ti, no puedo,
ni en las caricias que me regalaste.
Aún no quito de mis pensamientos
las dulces palabras que me diste
y en mis manos están todavía
el sudor de tu piel con la mía.

Tengo mucho que memorar
y te ocultas de mis respiros.
Tengo mucho que recordar
y te pierdes cerca de mi ombligo.


LA SEGUNDA CITA

Estuve esperando por ti,
por tus palabras y tus caricias
después de mucho tiempo.

Me alegro verte aparecer por la avenida
sabiendo que tu cuerpo, tanto como el mío,
extraña el calor del otro.
No podía esperar otro lunes
ni mucho menos un segundo más.

Mis ansias por sentir tu perfume
torcían mis ideas, mis razones
y las alojaban en mis pantalones.

Nunca había sucedido esto,
ni tenía clavado en mi espalda
huellas de rasguños imaginarios
que tú perennizaste aquella noche de amor.

Déjame memorar esos instantes.

Mis oídos aún guardan
tus suspiros profundos al besarme.

Déjame recordar tus manos
apretando mi cintura,
sintiendo el peso de mi cuerpo sobre el tuyo.
Déjame vivir este momento,
guardar este abrazo de mujer
que me hacen recordar que aún vives,
que todavía estás donde te encontré,
que no has apagado de tus ojos
el brillo donde me perdí aquel día.

EL SUEÑO DE ÉL

El sol ardía tanto como mis manos.

Tuve que liberar las sábanas
para enfriar mis piernas
y pasar al otro lado más frío de la cama.

Ella caminaba a mi alrededor,
provocando mis ojos
y humedeciendo mis labios
como perro hambriento por las noches.

Ella caminaba a mi alrededor,
provocándome e incitando mis sentidos,
sacando fuera de mí
la angustia guardada por unas horas.

Ella se detuvo frente a mí,
me invitó a acercármele
y mirar de cerca su radiante belleza
y su figura de diosa desnuda.

Ella caminó detrás de mí
cerrando mis ojos, hablándome al oído
invitando a mi cuerpo seguir soñando
.


EL SUEÑO DE ELLA

Mis emociones saltaron del sillón
al leer la carta que ella con sigilo
dejó debajo de la puerta gris.

No podía conciliar el sueño,
ni hallar refugio en el cuarto.

Aquella carta revolvía mi cerebro
tratando de olvidar sus palabras
que hasta hoy erizan mi piel.

“Nunca pude entender mis sentimientos
si me sentía enamorada, apasionada.
Esta vez, estaba burlando mis razones
cuando él, entró sin percibirlo
hasta la orilla de mi cama.

Su mano acarició mi rostro,
apartando los cabellos de mi frente,
descubriendo mis cejas dormidas.
No pude proferir palabra alguna,
tan sólo mirarlo, sonreírle.

Mis ojos se cerraban, entregándose
aún cuando mi mente, me decía que no.
Mi corazón me traicionaba,
y mi piel liberaba la agitación
que lo invitaba a acercar sus labios
hasta mi rostro tembloroso.

Mis ojos no podían separarse
si sentía sus ardientes labios
despegarse de los míos para ir más allá.
Mi imaginación volaba
y mi respiración se aceleraba
cuando mis pechos sentían sus manos.

No podía más, aún cuando lo deseaba...
Todo tenía que terminar,
entender que no era real,
obligar mis ojos y mis pensamientos,
despertarlos a la frígida realidad
que me obligó a escribir esta carta.”


LA TERCERA CITA

Otro lunes, día sagrado y sacrílego
de aquél cuando mis ideas vivieron
en el sudor más explícito a su lado.

Era ya una tradición,
cada dos domingos, por la noche.
Ya no sentado, más bien recostado,
aguardo con cuidado su presencia virginal
entre los árboles del jardín.

Otra vez más, otro lunes.
Ella llega temblorosa, exaltada.

No podrá aunque quiera,
liberarse del roce de mis suspiros
y el ardoroso fuego de mis labios.

Otro lunes, el tercero ya.
No me permití abrazarla contra mí.
No dejé de acariciar su rostro
y deslizar mis manos por su cuello.
No podía soltar palabra alguna.
Su pecho se hinchaba de angustia,
permitiendo el toque de mis dedos.

No podía detenerme y ella no lo hacía.
Mis labios apretaban su respiración
y mi boca tragaba su aliento de placer.
Mis manos perdidas por sus pechos,
acariciaban debajo de la blusa
intentando buscar su corazón, sus latidos.
Mis dedos tropezaban con sus pezones,
mientras un quejido de gozo se oía
con el eco de mis pulmones.

No me detenía y ella no lo hacía.

Su piel de terciopelo
se encoge con la presencia de mi lengua;
y mis dientes, cual bestia hambrienta,
devoraba la dureza de sus carnes.

Tenía que detenerme, ya era la hora,
pero ella aún no lo quería.

Tenía que detenerme, apagar el fuego;
aquél que sin esperarlo nos llevaba
de vuelta al mismo lugar donde yo
perdí la vida una y otra vez
cerca de las nueve de la noche.

EL BESO QUE NO LLEGÓ

Las calles andaban solitarias,
su silueta estaba impregnada
por cada pared donde me reflejaba.

Ni un pedazo de su dulce rostro
escapaba a mis ilusiones;
ni un centímetro de su cuerpo
se liberaba de mis recuerdos.

Nada de su perfecta figura
ya le pertenecía por completo.

Conmigo quedaba, en las comisuras,
el dulce zumo de sus besos.
Conmigo quedaba el aliento perdido
en el intento vano por hacerla mía.
Conmigo quedó sin esperarlo,
el rosado beso perdido,
hoy más perdido que nunca,
en el espejo redondo de mi cuarto
donde la reflejé como cada noche
desde aquel lunes antes de las nueve.


LAS ROSAS MARCHITAS

Rosas desperdigadas y marchitas,
perdidas en el lienzo de tu vientre.
Huellas oscuras y sombrías
cerca del borde de tu ombligo,
cuando acerco mi aliento hasta allí.

El intento muere en el eco,
quizá el silencio de tus ansias,
si intercedo por mis manos
y lograr una caricia que no llega.

Mis respiraciones cortadas
llegan hasta tus piernas,
escapando tras el temblor ligero
de brota de tus caderas.
Mi vista trata de conseguir
la perfecta visión de tu refugio,
escondido y protegido con anhelo,
que una vez sin quererlo
descubrí aquella noche de un lunes.


LA CUARTA CITA

Intento colocarme los zapatos
y no sentir frío en los pies
si camino cerca de tus piernas.

Estuve esperando por ti,
como cada semana prevista,
al recordar las ocho campanadas.

Hoy vistes de negro.
Invitas a mis manos aprieten las tuyas,
te conduzcan entre los árboles
del oscuro jardín hasta el lugar de siempre.

Las palabras sobran debido al tiempo.
Nuestros rostros esperan fundirse,
juntarse en un beso eterno
que nos haga olvidar que la noche termina.

Los susurros te seducen,
endulzan tus oídos y convencen a tu corazón
se queden allí, presos de aquella pasión
que hoy nos hace prisioneros y nos detiene,
sabiendo que el día espera por nosotros
muy cerca, dando vuelta por la acera.


LA CARICIA PERDIDA

El camino se alejaba más
si caminaba descalzo por el pasadizo
percibiendo el perfume liviano
que su cabello liberaba.
El camino se hacía despacio,
muy despacio por el borde de la alcoba.

Allí yacías dormida, indefensa,
entregada a tus sueños adolescentes,
malsanos durante cuatro días al mes.

No podía evitar completamente,
deslizar mis miradas por tu silueta.
No pude deshacerte de la ligera bata,
sólo te liberé de la fría sábana
que se convierte en enemiga mía
cada noche de verano.

Tus formas desbordantes en la oscuridad,
fulgurante en mi imaginación,
castigaban mi respiración
y los acelerados latidos de mi corazón.
No pude acariciar ni tocarte algo,
pues el temblor de mi cuerpo
delataba mi apetito por hacerte mía.
Sólo el toque de tu lecho
fue consuelo a mi vientre
durante aquella noche de desvelo.
Sólo el olor de tu cuerpo en la cama
era suficiente para mis narices
y tranquilizar mis deseos detenidos
cada vez que te veía dormida.

PROPUESTA DECENTE

Ven, acércate sin detener el reloj;
acércate detrás de mí esta tarde.

¿Serás capaz de satisfacer para siempre
las emociones que brotan sin querer
desde lo más oscuro de mis pantalones?

¿Tendrás el valor de ir conmigo
hasta el fondo del salón
donde siempre te espero antes de dormir?

¿Podrás entender cada amanecer
la fuerza de mis labios
intentando arrancarte un gemido?

¿Entenderás la propuesta de mis ojos
cuando dirijo una mirada perdida
y la alojo en la perfección de tu escote?

¿Aceptas ahora la propuesta decente?

¿Dirás que sí cuando mis palabras
enamoren tus oídos saturados
de tantas expresiones de delirio?


LA CITA ESPERADA

Mis manos sudaban de temor
mientras liberaba sus pechos
y los dejaba a la vista del espejo.

Mi ojos se estremecían de temblor
por deslizarme sobre su cuello.

Mi boca contaba poco a poco
los números del segundero
cada vez que golpeaba en el reloj de pared.

Esperé mucho por este día,
planeado desde aquel sábado por la tarde,
maquinada y repetida
noche a noche en mi mente aviesa.

Esperé tanto por este día
que ahora parado frente a ti
ahogo mis suspiros y mi parpadeo
para desatar todo aquello sujeto,
todo aquello guardado con cuidado
debajo de aquella ropa
que ahora se pierde sin esperarlo
debajo de las sábanas rosa.


EL SOFÁ SIN TAPETE

He visto caerse el tapete del sofá
mientras ella huía de mis manos.
Un suspiro
(profundo y extenso)
mejor un gemido
(sin palabras)
liberaba de su entrepierna.
El tapete ha escapado hasta de mis zapatos
y el cuerpo se ha hecho más pesado
con las inmensas ganas a cuestas.
Cerró los ojos, (lo deseaba)
abrió la boca
(sin palabras)
y mi lengua liberaba la pasión
que ella misma había sembrado a mí
junto a la espera recostada,
adelantada por sus pantalones ajustados.
El cuerpo tembló, (ni lo esperaba)
se estremeció (no pude decir palabra alguna)
si una caricia se perdía por la espalda
sintiendo el calambre inevitable
cerca de su pierna, presa ahora de la mía.
Un beso austero, (mejor que los anteriores)
su brasier desabrochado (me decía continuara)
daba licencia a mis manos y caricias,
puestas todas
(hasta no sé cuánto)
en el lienzo de sus duros pechos,
deleite puro de mis dientes y mi lengua.

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CONVERSANDO CONMIGO MISMO

Conversando conmigo mismo,
pude entender lo que sucedió realmente.

Ayer, después de verla frente a mí,
no pude evitar sentir el temblor en la garganta
tratando de pronunciar su nombre.

Ayer, después de verla,
no pude evitar sentir nostalgia
por el fin de semana,
aquél que ha sido el inicio
de mi perdición de ser humano.

Quise desaparecer de su vista
y no causarle la pena de estar sin mí.

Después de irme pregunté con temor
si me deseaba tanto como yo.

Conversando conmigo mismo,
me refugié en la soledad de mi cama
tratando de hallar la explicación a mi desvío.
Pensé, mirando la ventana,
las esquinas y el techo frío
si allí iba a encontrar la respuesta.
Tenía que matar la luz de mis ojos,
sepultarlos en el sueño que sé,
me ayudaría a descifrar
el gran enigma de mis recuerdos.

No sirvió de nada.

El sueño me traía los recuerdos frescos,
aún húmedos de aquella noche de verano,
mojados por el rocío de su cuerpo de mujer;
por el sudor de mis deseos
combinados con los suyos.

Fue allí el punto de partida para morir
y deshacer la perfecta barrera que me alejaría
del sufrimiento de haberme enamorado.

Es cruel tener que castigar mi corazón
y decirle que no sienta tanto
cuando empieza a desbordarse de ilusión
y espera otra oportunidad
para derramar las ansias en su vientre.

Es doloroso torcer los pensamientos
y pensar en la luz de sus ojos,
apagándose durante la entrega;
en sus labios delicados, mordidos
deslizándose por mi cuerpo
y siendo humedecidos por mi lengua.

Es difícil impedirle a mi piel
deje de erizarse y se caliente
al sentir el aroma de su cuerpo
y el sudor de sus ansias
sintiéndola mía para siempre.

Es así, no puedo privarme de su amor.
Debo dejar a mi corazón libre,
sin ataduras ni represiones.

Mis ojos no deben desviar la mirada
cuando a mi lado la tengo.
Mis pensamientos fluyan sin cárceles,
sin estorbos, pensando en ella,
viéndola moverse en mis recuerdos
como hasta ayer lo hacía.

Conversando conmigo mismo,
Entendí que me había enamorado.

Mi cuerpo entero y mi interior
siente el exquisito cariño de sus besos.
Siento la mirada y sus pensamientos
cuando yace sobre mi brazo.

(...tuve que encender las luces de mi habitación,
pararme frente al espejo
y decirme a mí mismo de nuevo
que la claridad de sus ojos dirán mañana
si realmente me ama
como yo he empezado a amarla.)


RECUERDO FINAL

Casi sin percibir la hora en el reloj
desperté como por instinto a media noche.

El sueño interrumpido por el calor
pasó a segundo plano en mi imaginación.

Sólo han transcurrido algunas horas
y aún conservo el aroma de tu cuerpo.
Sólo han pasado minutos
y el sabor de tu piel todavía
permanece en mi lengua.

(No puedo arrancar de mi mente
soñar con tu cuerpo desnudo.)


Llegaste sin llamarte,
sin hacer más intento que desearte.

Desde la mañana en el salón,
mis ojos recorrían tu figura
inventando el goce que tendría al rozarte.

Mis palpitaciones aumentaban
si te veía cruzar las piernas,
al darte cuenta de mi atención.

Mis dedos pugnaban en mi bolsillo
liberar mi deseo contenido
desde hace meses,
desde el día menos esperado.
Quise gritar tu nombre,
tan sólo musitarlo, susurrarlo
para terminar de dibujarte en mi pecho,
perennizar tus besos en mis labios
para cuando vuelva a hacerte el amor.


OSCURIDAD DE MEDIODÍA

Te vi puesta en mis pensamientos,
dando vuelta delante de mis ojos,
caminando descalza hasta la cama.

Estático cual estatua de piedra,
intentaba seguirte hasta la orilla
y percibir tu aroma de mujer.

Ni siquiera la calentura en mis manos
pudo derretir el hielo que nos separaba.
Ni siquiera el fuego de mis labios
pudo vencer la timidez de tu cuerpo.

(Tu alejamiento se hacía inminente
y la herida estaba ya a la puerta.)

El sol... tuvo que ser despedido
y el reflejo del día echado por la ventana.

Sólo la oscuridad de la habitación
sirvió para liberarte de la ropa.
Aquella oscuridad indeseable,
fue la necesaria para hacerte mía.

Tan sólo el sudor liberado,
y los gemidos entrecortados
sirvieron como lazarillos
para conducirnos hasta la cama.
Sólo la mirada de mi mente
me siguió por el borde del lecho
para abrazarte y acostarme a tu lado.
Los latidos de tu corazón
me marcaron el sendero
para apoderarme de tu cuerpo
y fundirme para siempre en él.

Gracias a tus besos, al toque de tus labios
permitirán esta vez permanecer allí
liberando las palabras de mi vientre,
rebuscadas desde la mañana
para hacerte sentir mi gran pasión
puesta desde el día anterior
en las cartas de amor, entregadas hoy.


AMOR A MEDIODÍA

Un suspiro detenido frente al espejo
si recuerdas la tarde del lunes.
No puedes evitar cerrar los ojos
y sentir otra vez el temblor
que cubrió tu cuerpo a medio día.

Mi aliento recorría tu silueta
mientras te entregabas a oscuras
a aquella pasión adolescente.

Mis manos ansiaban tocar tu piel
y sentir el erizarse por mis dedos
y mis suaves labios recorriéndote entera.

No podía evitar dejar llevarte
con los ojos totalmente ciegos por mis palabras.


INCONGRUENCIAS

Las noches son oscuras sin ella.
Los días fríos y sombríos
si camino solo sin su calor.

No es fácil para mí estar así,
no lo es, tal como pasa a diario.
No puedo soportarlo todavía con ella.

¿Por qué será que teniéndola cerca
la siento lejos de mis ojos?

¿Por qué será que sintiéndola mía
percibo la frialdad de sus labios?

¿Por qué siento la muerte
si ella es mi vida y mi destino?

Ayúdame Dios, dame la respuesta.

No comprendo el dolor, ni lo soporto
cuando sé que lejos a mí
se halla su corazón y sus deseos.
Lejos de mí, aunque no lo quiera.
Lejos de nosotros se aparta el amor
sin que lo entienda siendo mío.

¿Volverá a mí la luz de sus ojos?
¿Serán mías otra vez sus caricias?
¿La tendré de vuelta cuando aún
no se ha ido de mi lado?...

PENSAMIENTO DIURNO

Sentir el peso de tus deseos
convierte en esperanza de papel
mi espera por ser feliz.

Ni siquiera la noche oscura
sirve para anular los ojos
que me ayudan a percibir
tus caricias debajo de la piel.

No todo lo que me diste
estuvo completo, perfecto,
a la hora del pensar.

Nada de la belleza matinal
pudo consolar los días fríos,
las ventanas opacas,
las puertas rotas
que una y otra vez traspasé
durante la espera matutina
que se ha convertido
desde hace mucho tiempo
en espera eterna por verte llegar.


RESCATE DE UN RECUERDO

Vives en el aliento de mis palabras,
en cada sílaba de mis pensamientos,
en cada línea de recuerdo.

Cinco días del año, quizá del siglo,
un nombre cualquiera o hasta el silencio
sirve para recordar el brillo de tus labios.

Cada reflejo del sol puesto sobre el rostro,
calienta la lozana sonrisa
reflejada en el diario con tus huellas.

Ni siquiera el pañuelo resultó ileso
al momento de la entrega amorosa.
Hasta hoy día guarda la huella de tu beso,
el dulce sabor de tu aliento
mezclado con la pasión de tu deseo,
rescatado, salvado del frío baúl
de tus gélidos recuerdos.


INTENCIÓN DE OLVIDO

Te acercas por el vacío de la ilusiones;
capturas el aliento perdido, burlado…
Construyes el sótano oportuno, el deseado
para esconder nuestros deseos.

Veo en ti, dulce mujer,
la imagen abstracta derruida, cambiada;
con el rostro más bello de mis pensamientos.

Eres ahora, la musa bendita, endiosada
dueña de mis plegarias y mis oraciones,
cerca de las 5 de la madrugada.

(Quisiera recuperar el tiempo, detenerlo
para grabar en tus ojos esa mirada,
aquella desde aquel día de otoño,
ésa que me hace sentirme enamorado.)


Has caminado descalza, sin abrigo
intentando anular el frío en tu alma,
congelar aquel maldito recuerdo,
quebrarlo y arrojarlo al olvido;
recobrar la sensación añeja;
mejorarla y perfeccionarla
hoy que te hallas en mis brazos.


REALIDAD DE UN DÍA

Un día más (como los siete de la semana).

Un día soleado, con frío intenso
en el tuétano de los huesos.

Un día triste, melancólico, herido…

Mi corazón desgarrado de tanto dolor,
partido y sin reparo alguno
se desangra sin compasión cerca de tus pies.

¿Preguntaste alguna vez a la sombra,
mudo testigo de mis pasos cansados,
si te acompañaron durante la travesía?

¿Solicitaste el vacío te repitiera,
lo que en silencio era una súplica...
para no perderte algún día?

Impediste mis alas me levantaran,
me condujeran hasta la entrada.

Cerraste mis fosas nasales y mi boca,
impidiendo fluya mi aliento de vida.
Cortaste la razón con tus vituperios,
con la espada desenvainada de tus dichos,
atravesando una y otra vez mi cuerpo,
mis deseos recónditos por sobrevivir a tu lado.

Mataste, adrede, mi esperanza de ser feliz,
aunque sea un día, un minuto…
sin la respuesta oportuna, sin oír
las súplicas desesperadas de mi alma
por un segundo de auxilio.

Soltaste mis ojos cerca del precipicio,
al vacío; allí donde mis sueños
se tornan negras pesadillas
y anulan la única intención humana
de ser feliz, aunque sea un día.


ANTES DEL AMANECER

Dejo un paso perdido en la entrada…
allí donde cada suspiro tuyo
se detiene para levantarme,
trasladándome hasta la azotea.

Trato sin poder rescatar
la gota de lágrima fugitiva,
cuando se deslizó por tu rostro
desvaneciéndose en el trayecto agreste
hasta el ribete de tu falda.

Ni siquiera la víspera del anuncio
permitió al instante duradero
acompañarme cogido del brazo
cuando deslicé mis preocupaciones
al lado del resquicio de la puerta,
aquélla que me conduce al corazón,
el desvío más próximo de tus emociones,
y las guardé en el sobre amarillo
para dejarlo al lado de tus sueños,
logren capturarlos antes del amanecer.


SIN EXPLICACIÓN

Trato de hallar en mi corazón
las sensaciones puestas.

Busco en mi mente las palabras
que me ayuden a expresar lo que siento.

Recuerdo tus ojos y el eco de tu voz
a través del pensamiento,
para hallar la expresión más correcta.

¿Qué puedo decirte?
¿Qué pudo suceder para llegar acá?

Ayúdame a entender la razón
del calor en mi pecho,
del temblor en mis manos
teniéndote cerca, frente a mí.

Te has convertido en el mar,
quieto y refrescante de invierno,
que consuela mi vida ahora.
Te has convertido en el sostén
de mi desfallecimiento de ser humano.
Has llegado a ser la mujer
capaz de dar a luz a mis sueños
y de ser la inspiración a mis poemas.

¿Por qué hiciste eso?
¿Será que yo corro a tu lado,
cogidos de la mano para tener,
el destino que ambos queremos?
¿Será que deseas esto suceda
para seguir enamorándome?

Lo que sea que quieras aceptaré
por hallarme feliz, esperanzado.
Disfrutaré cada instante a tu lado,
cada mirada enamorada,
para seguir estando feliz.

No te alejes de mí,
ni permitas dejarme soñar solo
en tu sueño inventado, creado con amor.
No te vayas jamás
porque he encontrado en ti
la razón suficiente, real,
para enamorarme de verdad.


DÍA DE ENTREGA

El reloj me tortura,
haciéndose lento, verdugo;
a veces veloz, criminal.

Sentado en el banco de madera,
aguardo con desesperación
aparezca frente a mí,
para llevarla de la mano
hasta el escondite de amor.

Ella no lo sabe,
y mis ojos giran de un lado a otro,
tratando de capturar
el segundero en el reloj y detenerlo.

Ella no lo imagina.
La noche entera la pasé en vela
pensando en sus ojos y labios preciosos.

Ella no lo sabe,
tampoco se lo diré,
que mi corazón se acelera
al oír su nombre;
y mis piernas tiemblan
de saber que podré besarla de nuevo.

Ella no lo sabe,
que muero por hacerla mía
desde hoy y por siempre,
mientras sus manos temblorosas
pelean con sus pantalones y blusa
para no ser liberados
y entregarme su desnudez
en un acto santo de pasión.

Ella no lo sabe,
o quizá no lo entiende,
que desde aquel viernes
me ha entregado su vida,
y que, con un beso eterno
me hizo dueño del amor
que hacía tiempo había perdido,
y ahora yo he recuperado.


SENTIMIENTOS OCULTOS

Cada día hallo una nueva razón,
un nuevo aliciente para continuar,
pisando las mismas huellas
que tú has dejado en la arena húmeda.

Tus pies descalzos, son guías perfectos
para tomarlos por lazarillos
y con ojos vendados, ocultos al sol,
seguirte por donde quieras que vaya.

Un respiro profundo, mejor un suspiro
capturo de tus ojos al verme caminar.
Ni siquiera el barullo de al lado
entorpecen nuestros pasos.

Despierto al día, intento ver la luz,
aún oculta, guardada o quizá negada
de tus labios hipnotistas,
de tus ojos que encandilan mi corazón,
de tus palabras que me capturan
y de aquellos besos que desde ayer
me hacen preso de sentimientos ocultos.


CARICIAS REPETIDAS

La imagen está puesta allí,
con los pensamientos sobre el velador,
en el bolsillo derecho de mi saco,
en el agujero de mis pantalones.

La imagen sigue allí,
queriendo liberarse por hallarse harta
de tanta caricia y apretón desenfrenado,
al llegar las once de la noche.

La imagen tuya, más mía ahora,
lucha contra mis manos confusas
por escapar de una vez,
y conducirme al corazón, la mente,
quizá a lo profundo del alma
para hallar el refugio propicio
donde dormir para siempre.


CARICIAS OCULTAS

La camisa de siempre
guarda el aroma del suspiro,
de cada caricia puesta
debajo de las escaleras del edificio.
Allí ocultos de la compañía,
gustamos la soledad de los besos,
desperdigados en la habitación,
austeros en las callejuelas,
hasta en la plaza de la ciudad,
mas no en la azotea,
ni mucho menos el sótano;
perfecto refugio de nuestros abrazos,
de cada caricia del pensamiento
ofrecido con las miradas que nos damos.

Un farol tenue, en la entrada del portal
retrata mis pasos en tu puerta,
luchando contra el timbre y mi teléfono
por avisarte de mi llegada,
por anunciarme como siempre.

La luz de la noche escasea,
ni siquiera la luna ayuda
(hoy no hay luna, ni estrellas)
y tus oídos saturados de reproches
se ocultan de sus latidos,
y por hoy, percibo tu ausencia
y me privo de tus atenciones
que me ofrecían cada miércoles,
cada jueves después de las tres.


PROMESA DE ENTREGA

Percibo la confusión en tus ojos.
Tus labios dibujan las palabras
que no quieres pronunciar.
Te niegas a liberar tus deseos,
traducidos en tus besos desenfrenados.
Te convenzo me acompañes hasta la playa,
allí, cerca del bote abandonado,
recuesto tu cuerpo para acariciarlo.
Allí, con el mar como testigo
y la brisa como confidente,
te beso con locura; te llevo
hasta el lugar donde no quieres ir.
¿Por qué te niegas a amar y ser amada?
¿Por qué privas a tu piel
disfrute del toque de mis dedos
y la lujuria de mis labios?
¿Por qué me dices que no
cuando tu cuerpo entero
pide a gritos que te haga mía?

Pasarán algunos días,
quizá sean más los minutos, los segundos,
pero nada detendrá que llegue
el momento deseado, planeado
para que podamos entregarnos,
poder fundir nuestros cuerpos en uno solo
que te harán ser mi mujer para siempre.